Para contar nuestra historia recuperamos el artículo que escribió en la revista El Budoca, nuestro compañero y maestro Pau Salla.

Siguiendo las raices

Como tantos otros, el grupo empieza siendo un pequeño corpúsculo, muy tenue, en unos bajos del barcelonés barrio del Ploble Sec (detrás del Molino). Elementos ora indecisos, ora necesitados de algo distinto, inician la gestación de lo que en un día será una gran escuela. Gentes deseosas de escribir, aunque aún no lo sepan, la historia del Aikido en Barcelona.

Inmersos en un caldo marcial de lo más variado, los aikidokas siempre hemos sido minoría. Y cuando más nos adentramos en el pasado, más se acentúa esta sensación de aislamiento, casi marginalidad. Arte poco conocido, se nos ha tildado con los adjetivos más variopintos, que no tienen cabida en este artículo. Es por eso que, a pesar de haber empezado a la par que otras Artes Marciales, hemos tenido tan solo un crecimiento sostenido en el número  de practicantes, mientras que en otras artes orientales el número  de practicantes se ha incrementado de forma sustancial. Se empieza pues con un reducido número de personas, en un local diminuto y sin elementos externos (pe. Hoolliwodienses) que espoleen un aumento significativo de estudiantes.

La estancia en Montemar (así se llamaba el local) se caracterizó por la austeridad en la práctica. Práctica diaria, necesaria para formar a los futuros maestros que esparcirían el Aikido por el resto de la ciudad. Los dos elementos que en lo que a mí respecta han caracterizado este espíritu ha sido Antonio Martín y Luis Núñez. Caracteres y estilos singulares, entremezclan intuición y constancia en lo que considero un Aikido correcto, atento a las pautas tradicionales marcadas por Yasunari Kitaura.

La peregrinación nos llevó al bullicioso ensanche barcelonés, a unas discretas instalaciones de un quinto piso. Periodo agradable, permitió terminar la definición de lo que sería el estilo de nuestra escuela, con un alto índice de practicantes fijos. Todos conocemos la dificultad de conseguir una audiencia constante, más aún cuando se trata de un arte en el que el único valor seguro es la constancia. Es habitual una gran dispersión en el número de asistentes entre clase y clase: una sesión puede triplicar en número de asistentes a la anterior y viceversa. Entretanto, no faltaba la asistencia a los cursillos impartido por Yasunari Kitaura a lo largo de toda la geografía peninsular. Cursillos que afianzan nuestra convicción de que nuestra práctica es válida.

La expansión, una vez llegados a la masa crítica, es inevitable. Así se dividió la impartición de clases en dos dojos: Kihon y Satori, abanderados por Antonio Martín y Luis Núñez respectivamente. Con una “clientela” regular y entremezclada –pues se han introducido nuevos elementos para complementar la práctica diaria: práctica en plena naturaleza aderezada con sesiones gastronómicas, demostraciones en uno u otro centro, intercambio con otros dojos de la provincia, etc..

El futuro se presenta esperanzador: los grados que surgen de ambos gimnasios son de gran calidad, con lo que se crea una sinergia que da aún más valor al trabajo realizado por ambos maestros, grados que  en un futuro ayudarán a ampliar las fronteras del Aikido.

Tan solo queda agradecer, y estoy seguro que hablo en nombre de la gran mayoría de alumnos, los conocimientos transmitido por A. Martín y L. Núñez, que nos han ayudado a muchos a evolucionar como personas, al margen de las implicaciones marciales o físicas que pueda tener la práctica el Aikido.

Pau Salla Mateu  4º Dan Aikikai

“El Budoca” Monográfico sobre Aikido. Especial nº1.  pp.9

 

 Después del parón obligado de la pandemia, hemos renacido en un nuevo espacio, el New Dojang de Santa Coloma y teniendo entidad propia Aikido Tsuki Kai.

Seguimos…